Nos estamos llevando el coronavirus a casa en la cesta de la compra
La gente no usa mascarillas para evitar la propagación del coronavirus y los alimentos quedan contaminados.
Les voy a contar mis vivencias de hoy en mis compras en El Casar, pero antes, quiero comentar unos detalles.
No hace falta ir a remolque de lo que dicen las autoridades Sanitarias para saber lo que se debe y no se debe hacer. De hecho, Sanidad se hartó de decir que no era necesario el uso de mascarillas y ahora se ha visto que era un error.
La realidad es que se preveía un total desabastecimiento de las mismas para el personal sanitario y no se lo podían permitir. Y así ha ocurrido.
Ahora, ya vemos cómo han cambiado las cosas. España está en estado de alarma. Todo ello, debido a la rapidísima propagación del coronavirus. Y no es una gripe, como nos han venido diciendo para que no cunda el pánico. ¿Acaso alguien ha visto que haya un estado de alarma con las gripes de cada año? ¿Y ese tipo de desinfección con trajes especiales? No. Solo hay que pensar para darse cuenta de que esto es mucho más. Y solo tenemos que vivir lo que estamos viviendo.
Se sabe que el coronavirus no solo se propaga por toser o estornudar, sino también simplemente al hablar o respirar porque esas micropartículas quedan suspendidas en el aire. Y nosotros las respiramos o se nos quedan adheridas en cualquier sitio, incluyendo la piel.
En consecuencia, se adhieren allá por donde haya esas partículas de la gente que ha estado o pasado y que sea transmisora del coronavirus. Pero es más, se adhiere a las superficies durante varios días, como así lo constataron los médicos de China. Y allí, han llegado a destruir hasta parte de sus billetes por ser un foco importante de transmisión. Y el resto, lo esterilizaron.
Eso, en China. Porque en España, no se hace nada de esto, excepto en el País Vasco que ya han dicho que no se puede pagar en efectivo. Pero lo peor viene con la cesta de la compra.
Testigo directo de la falta de sentido común
Como editora de la revista La Plaza, os puedo decir que soy una ciudadana muy observadora, crítica y con un gran sentido común. Por esas mismas características que tengo, me suelo adelantar a los acontecimientos y, en consecuencia, actúo. Y ahora, ya os cuento.
Ya a mediados de febrero, cuando las autoridades sanitarias decían que no era necesario el uso de mascarillas, empecé a ir a la compra tanto con mascarilla como con guantes. Hay que echarle un par de ovarios como los tuve que echar yo, -y lo digo así como se lo digo a cualquier amiga-, para ir así a comprar por nuestros pueblos, pues no es lo mismo en una gran ciudad que por municipios pequeños.
Os puedo contar que cuando los compradores me veían así, algunos me sonreían porque les debía parecer simpático, pero la gran mayoría me miraba como si fuese una extraterrestre. Y una pequeña parte, como si fuera una apestada, -pues se llegaban a retirar de mi lado-. Mientras iba yo analizando la actitud de las personas, mi pensamiento era de cómo era posible que ante la misma situación tuviésemos lecturas tan radicalmente opuestas.
Mientras aguardaba la cola para pagar, me seguían mirando de distintas maneras. Sin embargo, no miraban a aquel adolescente que no paraba de estornudar sobre los carros que esperaban la cola en la caja. Ni miraban a aquella señora que no paraba de tocarse la cara, ojos, nariz y boca mientras cogía los productos sin guantes. Tampoco miraban a aquel señor que, sin guantes, iba escogiendo las mejores naranjas y manzanas.
Y eso, sin tener en cuenta que simplemente al hablar o respirar estaban dejando todo sobre los alimentos. Porque nadie, excepto yo, llevaba mascarilla.
Hoy 14 de marzo del 2020, he hecho la compra más mosqueada que nunca
Lo que acabo de narrar, jamás debería haberse producido. Pero lo de hoy, ya en estado de alarma en Eapaña, por cómo se está extendiendo el coronavirus, es, como decimos en España: “de juzgado de guardia”.
Tenía yo que hacer algo de compra y tenía clarísimo que no iba a ir a Mercadona, -ya dije en una noticia anterior que compro tanto en Mercadona de El Casar como en Carrefour de Los Arenales-. Y no iba a ir a Mercadona porque imaginaba que aquello iba a ser insoportable tanto por las largas colas para entrar, como por la enorme cantidad de gente sin protección que iba a estar tocando y exponiendo los alimentos. Porque mi lectura es: “a más gente, más riesgo”.
Así, llegué a Carrefour a las 08.58 horas. Aun siendo de la primera tanta en entrar, había un montón de estanterías vacías. Es decir: empieza a haber, al menos ahí, problemas de abastecimiento. No había casi leche de ningún tipo. Me pude llevar dos litros de leche de avena. Por supuesto, las estanterías de papel higiénico estaban vacías. Y, aunque pensando en comprar poco, mi compra ha sido de un 50% de lo previsto.
A lo que iba. Mientras yo he entrado con mi mascarilla y guantes, he vuelto a comprobar que nadie lo hacía; excepto uno. Encima, veo que un señor está seleccionando la fruta y verdura sin utilizar guantes. Y en esos momentos, (lo ha debido de ver algún trabajador de allí), automáticamente, han avisado a los clientes de la obligatoriedad de usarlos.
Estornudos y toses sobre la comida
La gente tosía; la gente estornudaba; la gente hablaba sobre los alimentos, mientras sus micropartículas iban cayendo sobre cualquier tipo de comida.
La verdad es que me he dirigido al que creo que era el responsable de la tienda para decirle que debería ser obligatorio el uso de mascarillas porque nos estamos llevando el coronavirus en todos los alimentos.
Lo que sí tengo que decir es que hoy nadie me miraba ya raro por llevar la mascarilla. Es más, he visto que otro señor, sólo uno y yo, también la llevaba. Desde la distancia, le he levantado mi dedo pulgar en el típico gesto de aprobación: “Muy bien”. Y él me ha devuelto el mismo gesto.
En fin… ¿Y qué decir del personal de cajas en los supermercados que no llevan mascarillas? Ellos también deberían llevarlas. Además, atienden a cientos o miles de personas al día y no están ni a 30 centímetros de distancia de seguridad. Los jefes de los supermercados deberían velar por la salud de sus trabajadores porque si caen enfermos, además, habrá un problema de falta de personal y más colapso en el sistema sanitario. En resumen: un caos.
Total, que viendo ese panorama, lo único que quería hacer era irme lo antes posible. Tantas eran mis prisas que hasta se me ha olvidado pesar la fruta y verdura. Y cuando he llegado a caja, lo han tenido que hacer ellos por mi. ¡Sorry, very much!
A mi vuelta, desde la carretera, y a eso de las 09.40, he visto la larguísima cola de personas con carros que aguardaban a entrar en el Mercadona. En fin….. No tengo palabras.
Larga cola para comprar tabaco
Y ya de camino a casa, me paré en el estanco de El Casar. Una larga cola me aguardaba en la calle.
Para mi sorpresa positiva, he visto que la gente guardaba como un metro de distancia de seguridad entre ellos. Y que dos hombres también llevaban mascarillas.
Sin embargo, y de vuelta a lo mismo, todos los demás iban sin protección. Y toser, no paraba casi ninguno de toser. Y ya sabemos, ahí se queda suspendido en el aire. Y estornudar, un tanto de lo mismo. Y, por supuesto, sin taparse la nariz para evitar echárselo a los demás. ¡Espectacular!
Tras esperar como 20 minutos en la cola, ya me tocaba entrar y: ¡Sorpresa! Entro en el estanco, -donde solo se podía pasar de dos en dos-, y veo que han puesto una barrera de distanciamiento. Y lo que es mejor aún: la dueña y las dos trabajadoras llevaban, además de guantes, mascarillas. Lo primero que he pensado: ¡Por fin veo sentido común! Y así les he transmitido mi pensamiento. Me decían que es complicado estar así de cara al público, pero que lo hacen para protegerse ellas mismas y proteger a los demás. ¡Menos mal que me he encontrado esto, porque con eso me he venido menos mosqueada a casa!
Eso sí, a casa, con una compra que debería desinfectar y no puedo, ¿verdad? De hecho, la le he dicho a mi hija que no voy a ir a la compra más hasta que no sea obligatorio el uso de mascarillas.
Y ya con esto, acabo. No sin antes pedir a todos y todas los vecinos y las vecinas de estos pueblos, o de aquellos otros municipios que lean esta información, que por favor utilicéis guantes y mascarillas. Y si no hay mascarillas, tapad vuestra nariz y boca con lo que sea (aunque no resulte igual de eficaz).
Esto es un círculo: Yo me protejo y te protejo. Tú te proteges y me proteges. Es la única manera. Porque lo que estamos haciendo, sin protección, es traernos el coronavirus a casa en la cesta de la compra.
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